sábado, 19 de septiembre de 2009

CINE Y ARQUITECTURA

Biofilmografía
Sergei Mikhailovich Eisenstein nació en Riga, Letonia, en 1898, y murió en 1948, en Moscú. Su padre era un arquitecto judío de origen alemán y su madre de ascendencia rusa perteneciente a la gran burguesía. Estudió arquitectura y bellas artes y se enroló en las milicias populares para participar en la Revolución de Octubre de 1917. Desde muy pronto se unió al mundo del espectáculo haciendo decorados y dirigiendo e interpretando teatro para los soldados. En 1920 ingresó en el Teatro Obrero y poco después fue nombrado su director. Se apartó del teatro cuando vio las excelencias del cine al rodar el largo La huelga (Stachka, 1924). Mientras la rodaba le encargaron una película conmemorativa de los orígenes de la revolución y acabó haciendo su obra maestra El acorazado Potemkin, la película sobre la que más se ha escrito de toda la Historia del Cine.

El montaje de Eisenstein
Eisenstein rompe con los moldes tradicionales de montaje. El acorazado Potemkin constituye un buen ejemplo. En lo que Eisenstein describió como montaje intelectual, o montaje ideológico, los objetos y los personajes se unen y se separan, entran y salen, se unen de variadas formas provocando el desconcierto del espectador, que se obliga a pensar, preguntándose qué sucede en la pantalla, adquiriendo conciencia por sí mismo de los hechos que ve con estupor. Eisenstein propone el montaje con libertad de situaciones y escenas arbitrariamente elegidas, independientes entre sí pero con una orientación precisa hacia un determinado efecto temático final. La secuencia completa de las escaleras de Odessa, es una muestra única para explicar ese tipo de montaje.

viernes, 28 de agosto de 2009

ROMPE PISTA

Son las 7 PM en el cruce de la Av. Túpac Amaru y la Av. Caquetá donde el absurdo espacial nos sitúa al borde de un abismo temporal. No hay ni un tombo.

Un fumón dirige el tráfico embotellado.
¿Cómo llega un drogo a semejante papel?

Lo hace con eficacia, pone su humanidad en juego sin ninguna timidez, es más se molesta con la inoperancia, y paulatinamente logra deshacer el nudo de carros
El drogo con pase maestro cual torero va desliando el tráfico, con una fuerza lógica y real.
No hay mejor ministro ni mejor comisario que este drogo espectral y eficaz, un urbanista aficionado de gran sentido común.
Su adicción es un disvalor agregado a su positiva acción.

domingo, 31 de mayo de 2009

El semáforo

Por el trafico estrepitoso del transito,
Embravecidos rugían los autos,
En opuestas direcciones corrían,
Con afiladas garras,
Al incauto transeúnte desangrar.


¡eclipse vehicular!
Calles con masas congestionadas,
Maraña de humo y polvareda,
Despedían los autos al fumar.


¿Quién respeta el semáforo?
El que yace bajo el carro,
Ferozmente atropellado.


Semáforos tricolores:
Verde, intolerancia del conductor;
Ámbar, indulto a la agresión;
Rojo, alivio del peatón.


GINO CHILLQUE

jueves, 23 de abril de 2009

LA CIUDAD


Dices: "Iré a otra tierra, hacia otro mar
y una ciudad mejor con certeza hallaré.
Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,
Y muere mi corazón
lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez.
Donde vuelvo los ojos sólo veolas oscuras ruinas de mi vida
y los muchos años que aquí pasé o destruí".
No hallarás otra tierra ni otro mar.
La ciudad irá en ti siempre. Volverás
a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad es siempre la misma. Otra no busques -no la hay-ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdistela has destruido en toda la tierra.

Constantino Cavafis

viernes, 13 de marzo de 2009

LOS OBREROS DE DUBLIVNA

A continuacion un extracto de RAYUELA de julio cortazar, aplicase a la Lima de hoy llena de huecos y zanjas

"De cuando en cuando entre la legión de los que andan con el traste a cuatro manos hay alguno que no solamente quisiera cerrar la puerta para protegerse de las patadas de las tres dimensiones tradicionales, sin contar las que vienen de las categorías del entendimiento, del podrido principio de razón suficiente y otras pajolerías infinitas, (…) y que nada está perdido si se tiene por fin el valor de proclamar que todo está perdido y que hay que empezar de nuevo, como los famosos obreros que en 1907 se dieron cuenta una mañana de agosto de que el túnel del Monte Brasco estaba mal enfilado y que acabarían saliendo a más de quince metros del túnel que excavaban los obreros yugoslavos viniendo de Dublivna.
¿Qué hicieron los famosos obreros?
Los famosos obreros dejaron como estaba su túnel, salieron a la superficie, y después de varios días y noches de deliberación en diversas cantinas del Piemonte, empezaron a excavar por su cuenta y riesgo en otra parte del Brasco, y siguieron adelante sin preocuparse de los obreros yugoslavos, llegando después de cuatro meses y cinco días a la parte sur de Dublivna, con no poca sorpresa de un maestro de escuela jubilado que los vio aparecer a la altura del cuarto de baño de su casa.
Ejemplo loable que hubieran debido seguir los obreros de Dublivna (aunque preciso es reconocer que los famosos obreros no les habían comunicado sus intenciones) en vez de obstinarse en empalmar con un túnel inexistente como es el caso de tantos artistas asomados con más de medio cuerpo a la ventana de la sala de estar, a altas horas de la noche".

RAYUELA
Julio Cortázar

jueves, 5 de marzo de 2009

ARQUITECTURA, INFORMATICA Y CIUDAD

La actual reconstrucción del panorama urbano, la misma que aparenta la destrucción del mismo, podría tener sus argumentos en la masificación del uso de las tecnologías.

Según nuestra idiosincrasia, en cuestión de derechos y ciudadanía, el Estado es un fantasma que pervive bajo gruesos muros de contención burocrática, candados, papeles y que gira y gira sin nunca ejecutar el sentido común.

La Internet es también un laberinto donde nada ocurre en realidad, sino que amenaza ocurrir, amenaza no suceder nunca.

Es así que el Estado al verse reflejado en la Internet, (en su funcionalidad y eficacia de la apariencia), reduce o minimiza la importancia de la realidad concreta, en este caso del tránsito real en la urbe.
El resultado: el patético desaprendizaje de la locomoción básica: caminar y desplazarse.
Además esta movilidad no es tan determinante cuando la tecnología opera a hipervelocidades, megatransferencias, telefonía móvil, protocolos, bloqueos, virus y hackers.

En nuestro caso urbanístico brilla esta contradicción:
la hipertecnología anula la movilidad.
Estado de por medio; ciudadanía partida por el medio.

domingo, 22 de febrero de 2009

LA OVEJA NEGRA

Érase un país donde todos eran ladrones. Por la noche cada uno de los habitantes salía con una ganzúa y una linterna para ir a saquear la casa de un vecino. Al regresar al alba, cargado, encontraba su casa desvalijada.
Y todos vivían en concordia y sin daño, porque uno robaba al otro y éste a otro y así sucesivamente, hasta llegar al último que robaba al primero.
En aquel país el comercio solo se practicaba en forma de embrollo, tanto por parte del que vendía como del que compraba.
El Gobierno era una asociación creada para delinquir en perjuicio de los súbditos y, por su lado, los súbditos sólo pensaban en defraudar al gobierno.
La vida transcurría sin tropiezo, y no había ricos ni pobres. Pero he aquí que no se sabe cómo, apareció en el país un hombre honrado. Por la noche, en vez de salir con la bolsa y la linterna se quedaba en casa y leía novelas.
Llegaban los ladrones, veían la luz encendida y no subían.
Esto duró un tiempo, después hubo que darle a entender que si el quería vivir sin hacer nada, no era una buena razón para no dejar hacer a los demás. Cada noche que pasaba en casa era una familia que no comía al día siguiente.
Frente a estas razones el hombre honrado no podía oponerse. También él empezó a salir por las noches para regresar al alba, pero no iba a robar. Era honrado, no había nada que hacer. Iba hasta el puente y se quedaba allí, miraba pasar el agua. Volvía a casa y la encontraba saqueada.
En menos de una semana el hombre honrado se encontró sin un centavo, sin tener que comer, con la casa vacía. Pero hasta aquí no había nada que decir, porque era culpa suya; lo malo era que de ese modo suyo de proceder nacía un gran desorden. Porque él se dejaba robar todo y entretanto no robaba a nadie.
De modo que siempre había alguien que al regresar al alba encontraba su casa intacta: la casa que él hubiera debido desvalijar. El hecho es que al cabo de un tiempo los que no eran robados llegaron a ser más ricos que los otros y no quisieron seguir robando.
Y por otro lado, los que iban a robar la casa del hombre honrado la encontraban siempre vacía. De modo que se volvían pobres.
Los que se habían vuelto ricos se acostumbraron a ir también al puente por la noche, a ver correr el agua. Esto aumentó la confusión, porque hubo muchos otros que se hicieron ricos y muchos otros que se hicieron pobres. Pero los ricos vieron que yendo de noche al puente, al cabo de un tiempo, se volvían pobres y pensaron: "paguemos a los pobres para que vayan a robar por nuestra cuenta".
Se firmaron contratos, se establecieron los salarios, los porcentajes. Naturalmente, siempre eran ladrones y trataban de engañarse unos a otros. Pero como suele suceder, los ricos se hacían cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.
Había ricos tan ricos que ya no tenían necesidad de robar o de hacer robar para seguir siendo ricos. Pero si dejaban de robar se volvían pobres, porque los pobres les robaban.
Entonces pagaron a los más pobres de los pobres para defender de los otros pobres sus propias casas, y así fue como instituyeron la policía y construyeron las cárceles.
De esta manera, pocos años después del advenimiento del hombre honrado, ya no se hablaba de robar o de ser robados, sino sólo de ricos o de pobres; y, sin embargo, todos seguían siendo ladrones.
Honrado sólo había sido aquel fulano, y no tardó en morirse de hambre.


Italo Calvino

martes, 17 de febrero de 2009

Instrucciones para subir una escalera

Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

Julio Cortázar.